domingo, 18 de septiembre de 2011

Querido Nadie

Acaba de desplomarse sobre mí el enorme peso de la soledad, de la más pura y cruel soledad.

No importa si te rodean centenares de personas, si te falta la que da sentido a tu vida.
En muchas ocasiones, echar de menos a alguien puede hacerse llevadero, las penas cuando se comparten son menos tristes. Pero cuando llegas al punto de angustia tan profunda, que tan solo serías capaz de compartirla con una sola persona, la que denominas tu mejor amigo en este mundo, tu persona de confianza, de contacto en caso de emergencia, la persona en la que cuyas manos podrías tu vida sin un atisbo de duda ni preocupación.

Pero… ¿qué ocurre cuando esa persona de confianza es la misma cuya ausencia te crea tal angustia que te cuesta seguir respirando?
¿Qué pasa cuando necesitas un abrazo del ser amado, y tan solo puede calmarte la presencia de un verdadero amigo, y es el mismo de cuyo abrazo careces?
¿Qué se hace cuando todo cuanto necesitas tan solo puede bríndatelo un ente ausente?

No se puede hacer nada, la soledad hace acto de presencia y te atrapa entre sus garras despiadadas e infranqueables. Esas de las que por mucho que forcejee no podrás soltarte nunca, tan solo depende de que aparezca la persona adecuada en el momento adecuado, con una enorme linterna de amistad, compañía, cariño y amor, para asustar a la mayor y peor de todas las sombras y temor de la humanidad. Es el único remedio, lo único que puede ahuyentarla.

Desearía que pudieras dividirte en dos, que fueses en distinto tiempo, en distintos seres, y estuvieras en distintos lugares, siendo el hombre de mi vida, de mis sueños, mi amor imposible, y por otro lugar mi amigo fiel, mi confidente, mi compañero. Necesito ambo de ti, pero ahora desearía que fuerais dos, no soporto la ausencia de ambos en este momento.

Más sola y desesperanzada que nunca se despide este alma Sin Remite.

No hay comentarios:

Publicar un comentario